
Entonces comienzo a cantar... a dejar que mi voz llene cada rincón de la casa y que incluso llegue al exterior para informar a los vecinos que se debe vivir la vida y que al lado tienen a una adolescente que quiere disfrutar de la música. No importa que desafine, no importa que mi inglés parezca ruso, porque lo que me importa es expandir alegría.
Entonces algo cambia. El grís se torna luz. La escalera se alarga y alisa hasta formar un escenario. Mi celular refleja mi voz por todos lados y sucede algo que espero desde hace tiempo...
Me encuentro cantando en un escenario con un vestido rojo brillante, los bucles en las puntas perfectamente hechos y mis vecinos se convierten en cientos de personas que cantan a la par de mi voz y al ritmo de mi música.
Corro y bailo de un extremo al otro del lugar, y entonces la tenue lluvia que había comenzado a caer se convierte en una explosión de papel picado.
Termino mi última nota y agradezco con una gran sonrisa al ver en lo que se puede convertir un día gris con autoestima, música y esperanzas.
Anabella! Vaya rollo que en Argentina sea invierno, aqui es verano. Bueno, que me ha gustado mucho la entrada.
ResponderEliminarUn besito^^